sábado, 8 de marzo de 2014

A las mujeres en su día, un saludo cordial. Por Felipe Pigna

Comparto con ustedes un fragmento de mi libro "Mujeres tenían que ser". 

Las dos culturas más influyentes en Occidente, la que surge de los mitos griegos y la bíblica nos presentan a la mujer como una especie de maldición para esos hombres sin madres ni compañeras de los oscuros orígenes. Eva y Pandora guardan entre sí ciertas similitudes: ambas vienen al mundo después de los hombres, la primera incluso se origina a partir de una costilla de Adán. Pandora, llegará a aquella tierra masculina y traerá como Eva algo tan vital como la curiosidad, el querer saber más allá de lo permitido. De no mediar la acción femenina, aquellos hombres hubieran permanecido indefinidamente en el acatamiento a un orden “natural” establecido. Ambas tradiciones, que de haber surgido en América el serio mundo intelectual no dudaría en calificar de leyendas indígenas, tranquilizan los espíritus hablando de justo castigo para las desobedientes que se extiende “por su culpa” al género y a la humanidad toda. En el caso de los griegos, la apertura del ánfora por Pandora traerá enfermedad y muerte, dos condiciones humanas de finitud y dejará la esperanza. En el de Eva, la expulsión de la incipiente humanidad del paraíso. Aquella curiosidad “malsana”, ese deseo vital, fue condenado, excomulgado por la Iglesia desde los finales de la Edad Antigua incrementándose esa tendencia durante toda la Edad Media. Los sucesivos concilios se encargaron de excluir a las mujeres, de remitirlas a su rol de esclavas del hombre, alabando en María su virginidad más que su maternidad, con todo lo que ello implicaba e implica. Las mujeres fueron “fuente de pecado”, “brujas”, “malvadas por naturaleza”. No hubo límites a la hora de denostar y perseguirlas. Se podría elaborar un extenso apéndice con todas las barbaridades que se han dicho sobre el género femenino a lo largo de la historia en las campeó impune la misoginia. 
Fue aquella visión la que pasó a América y las mujeres conquistadas sufrieron en carne propia el doble castigo por ser originarias y mujeres. Las crónicas se ensañaron con ellas y sus actitudes “libertinas”. En ellas y no en los violadores masivos habitaba la culpa de los “excesos” declamados en algunos documentos que quedaban impunes en algún escaso expediente de la autodenominada “justicia colonial”. El mestizaje, disfrazado de romántico encuentro, ha encubierto hasta nuestros días el carácter violento de aquellas uniones sexuales que expresaban de forma contundente el triunfo del conquistador. Pero aquellas leyendas de sumisión y aceptación pasiva del rol de sometidas, aparecen una y otra vez desmentidas por la historia de las rebeliones encabezadas por mujeres, por la negativa a unirse a los vencedores y hasta por la dramáticas crónicas de suicidios masivos para evitar pasar a engrosar el botín de guerra. De la dignidad de aquellas mujeres, habla este libro, y también, claro está, de la canallada del ocultamiento y la malversación de la historia. 
Hace más de dos siglos, Charles Fourier aseguraba que “los progresos sociales y cambios de época se operan en proporción al progreso de las mujeres hacia la libertad”. La historia argentina, desde la conquista española hasta la actualidad, corrobora a diario la afirmación del socialista utópico francés.
Las mujeres representan hoy “la mitad más uno” de la sociedad argentina, pero han cargado y cargan con buena parte del peso de la historia de nuestro país.
Como protagonistas en todos los aspectos construyeron su identidad a través del trabajo, la cultura, los debates, las luchas políticas y sociales, la vida familiar, barrial y colectiva. Un papel que, por lo general, suele negarse o limitarse a la mención de unas pocas figuras destacadas a la hora de escribir nuestra historia, en la medida en que estas mujeres se hayan destacado en tareas, roles, profesiones u oficios definidos históricamente como masculinos. 
En este libro, recorro la historia de nuestras mujeres, desde las pobladoras originarias y su resistencia a la conquista europea hasta quienes obtuvieron las primeras victorias en su larga lucha por la igualdad. Narro su vida cotidiana, las condiciones legales, sociales y culturales en las que la llevaban adelante y su participación en los procesos históricos, políticos y económicos, que fue siempre mucho más destacada de lo que suele enseñársenos. En cada uno de los siete capítulos las lectoras y los lectores encontrarán además de la narración cronológica de la etapa tratada, secciones fijas en las que me ocupo de las mujeres que diariamente cargaban sobre sus espaldas el peso de la historia, aquellas eternas olvidadas a la sombra de la “naturalización” de sus funciones y de la histórica división sexual del trabajo. También tienen en este libro un espacio importante aquellas que rompieron los moldes que se les pretendían imponer en las distintas épocas. Aquellas que haciendo prevalecer su impronta, sus ideas y su acción en un mundo que no había sido ni creado ni pensado para ellas, en el que hacerse oír era una proeza. 
No quiero extenderme más de lo que lo haré a partir de las próximas páginas y sólo me gustaría aprovechar este reencuentro con mis lectoras y lectores para agradecerles los permanentes gestos de cariño que recibo a lo largo y lo ancho de nuestro amado país y espero sinceramente que disfruten de este libro y que les sea útil, porque fue escrito pensando en ustedes, por ustedes y para ustedes.

8 de marzo. Día internacional de la mujer

Un 8 de marzo de 1857, un grupo de obreras textiles tomó la decisión de salir a las calles de Nueva York a protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban.
Distintos movimientos se sucedieron a partir de esa fecha. El 5 de marzo de 1908, Nueva York fue escenario de nuevo de una huelga polémica para aquellos tiempos. Un grupo de mujeres reclamaba la igualdad salarial, la disminución de la jornada laboral a 10 horas y un tiempo para poder dar de mamar a sus hijos. Durante esa huelga, perecieron más de un centenar de mujeres quemadas en una fábrica de Sirtwoot Cotton, en un incendio que se atribuyó al dueño de la fábrica como respuesta a la huelga.
En 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague (Dinamarca) más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Actualmente, se celebra como el Día Internacional de la Mujer.

Bebe - Ella. DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER