viernes, 21 de junio de 2013

MASCULINIDAD(ES) Y EMOCIONALIDAD

Masculinidad/es y emocionalidad

LLanto Hombre
La idea de aguantársela, como algo muy corporal y metafórico también, es clásico de la vieja escuela de ser varones y habemos algunos que tratamos y podemos hacer sentido de aquello que la cultura no explicita pero que, paradojalmente, cuenta con que nosotros operemos, en tanto sujetos culturales de una manera y no otra.
Las emociones son estados que los varones nos hemos relacionado de una manera muy particular durante estos siglos de esquema de patriarcado en donde la supresión de la misma ha sido uno de los pilares del modelo hegemónico en las vida de los varones. En particular, las lágrimas son comprendidas como un síntoma – usualmente negativo pero hoy más positivo -, dependiendo del contexto específico, de la vivencia desde lo varonil.
Ciertamente esta columna será mucho más personal que otras y le mencionaré porqué. En estos días he, por motivos de la vida, estado entre la lágrima y la alegría. En el primer caso por el hecho de vivir con mi madre su muerte social, debido a su avanzado Parkinson, y segundo el cumpleaños nro. 5 de mi hija Valentina. Entonces me he sentido entre la muerte y la vida, como metáfora de las emociones y situaciones que han estado ocurriendo fenomenológicamente estas últimas dos semanas.
Y esto hace surgir la pregunta ¿Cómo los varones enfrentamos, emocionalmente, a la muerte? (de los padres en este caso).
¿Compensando o equilibrando? ¿Cabe dentro de esto el espectro vivencial experimentado? En el primer caso, creo, que sería la modalidad en donde nos hacemos (concientemente) los desentendidos y fugamos, mediante cualquier excusa, de la situación que cuestiona y pone latente la lágrima, incertidumbre y angustia. Lo supuestamente varonil enfrenta la muerte sonriéndole, sarcasmo y sin miedo. Algo así como los 7 pilares del Samurai.
Por otro lado, la lágrima socialmente, y públicamente también, todavía tiene mucho de autorestricción por parte de los varones y si bien no se discrimina de manera explicita ni en la misma extensión permanece como una expectativa social vigente. Ciertamente hoy está mas permitido pero eso es relativo en los contextos sociales en que se mueve y dependiendo de cómo fue la crianza.
Para partir de un ejemplo propio puedo contar que una de las entrevistas laborales que he ido, de una institución reconocida nacionalmente como una ONG importante en temas de infancia y género (tema por el cual postulé), hubo una alusión a esta temática. En la entrevista fue formal y mucho abordaje de los aspectos profesionales míos pero sin embargo me preguntaron finalmente ¿Qué es lo que te motiva en buscar trabajo en temas de abogacía en temas de infancia y género? Y ahí me pillé la cola y en vez de dar el discurso (y tal vez lo debiera haber dado) ahondé en las motivaciones más intimas (vinculándolas con mi hija) para hacer un trabajo en temas de protección a la infancia. Me emocioné pensando en mi hija y se notó y la entrevistadora cambió la expresión facial de un momento a otro. Posteriormente camino a casa ciertamente mi reacción fue objeto de dudas y preguntas entorno a lo masculino. ¿Debí haber emocionado? ¿Me evaluarán menos que los otros por eso?
En todo caso creo que a la larga la escritura, más o menos formalizado como escritor, son instancias de conciliar extremos, comprenderse y recomponerse, sin pagar un psicólogo/a, desde la vivencia plasmada, considerando que el acto de escribir como algo terapéutico. La idea de aguantársela, como algo muy corporal y metafórico también, es clásico de la vieja escuela de ser varones y habemos algunos que tratamos y podemos hacer sentido de aquello que la cultura no explicita pero que, paradojalmente, cuenta con que nosotros operemos, en tanto sujetos culturales de una manera y no otra. O sea que sigamos funcionando según el mandato cultural y/o de género, entre otros. Y cuando cuestionamos estos intersticios simbólicos colectivos no conscientes, como esa dimensión criptológica de la realidad, del llamado “así se hacen las cosas” es en donde se pone se le pone carne a la vida misma.

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